Esta es la historia de un empresario español que intentó engañar a la aseguradora. Simuló un incendio en una nave industrial de su propiedad. Para garantizar el éxito de la operación y esquivar posibles “chivatazos”, decidió ser él mismo quién provocase el fuego. Sin embargo, no era un pirómano experto y vertió el combustible de fuera hacia dentro, y no al revés. Cuando se percató era muy tarde: cayó en su propia trampa.
Los seguros de autos son los más propensos a “amañar” siniestros con 7 de cada 10 intentos de fraude, según los datos de ICEA.
“Dice mi amigo que en el taller de la esquina te hacen un apaño y cobran el arreglo al seguro”. – La estrategia de marketing del taller funciona muy bien y, poco a poco, va consiguiendo una buena clientela. Hasta que “el boca a oreja” llega a oídos de la compañía de Entonces se acaba el negocio y empiezan a salpicar problemas en todas direcciones.
La crisis ha contribuido al nacimiento de un nuevo negocio: las tramas organizadas para estafar al seguro. Se han incrementado un 500% en el último año, pasando de 7 casos a 45. Según UNESPA, en 2014 se detectaron 156.000 intentos de fraude que evitaron pérdidas de 426 millones de euros por indemnizaciones indebidas. A pesar de estos datos no son actitudes generalizadas y los españoles somos conscientes de sus implicaciones.
Además el fraude no sólo afecta a las compañías, sino que también afecta al resto de ciudadanos, ya que un falso siniestro por cobrar una indemnización falsa, aumenta la siniestralidad global, y para compensar, las aseguradoras incrementan las primas a nivel general. Moraleja: normalmente, “el que la hace, la paga”
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