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Hombre Casado: Perfil del asegurado de vida


A medida que cumplimos años nos hacemos más conscientes de los riesgos a los que nos enfrentamos cada día. Formar una familia parece decisivo a la hora de contratar un seguro de vida.

Dicen que los niños y los jóvenes son más felices y osados que los adultos, quizás porque no son conscientes de los riesgos que nos acechan cada día. A medida que crecemos y cumplimos años, la responsabilidad nos obliga a tomar decisiones decisivas para nuestro futuro, como los estudios que cursamos, que marcarán en parte nuestra vida como adultos, pero incluso en esas decisiones enfrentamos la vida sin excesivas preocupaciones sobre lo que nos deparará el futuro.

Es cuando formamos nuestra propia familia cuando somos realmente conscientes de las consecuencias que puede tener que algo inesperado trunque nuestros planes. Es la familia la que suele hacernos recapacitar sobre qué pasaría si un accidente o una enfermedad grave nos impidiese seguir desarrollando nuestra vida profesional y personal de forma plena. Es la familia quien ocupa nuestros pensamientos cuando divagamos sobre la posibilidad de faltarles; porque ante todo, buscamos la forma de garantizar su bienestar hoy y siempre.

En esta línea y de acuerdo con los últimos datos de Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras (Icea) el perfil del comprador de seguros de vida en el mercado español es el de un hombre de entre 35 y 44 años, casado, que vive mayoritariamente en capitales de provincia, trabaja por cuenta ajena y no dispone

de titulación.

Estos datos deberían ser alarmantes para las aseguradoras: hay aproximadamente un 34 por ciento de la población menor de 35 años y en edad asegurable que no es consciente de la importancia de proteger su futuro. Las aseguradoras no podemos limitarnos a esperar a que las personas formen una familia para que sientan la necesidad de venir a buscarnos. Es nuestra responsabilidad educar a la población para instaurar una cultura del seguro desde

edades tempranas.

Esa responsabilidad es compartida con las instituciones y las propias familias. La educación financiera de nuestros jóvenes es deficiente. Les mantenemos alejados de las responsabilidades y vicisitudes de la vida de adulto hasta que se chocan de bruces con ella. Crecen inconscientes de que su futuro también necesita una protección. La inexistente cultura del ahorro y la prevención les hace vivir ajenos a la realidad a la que se enfrentan. Un imprevisto en sus vidas sería decisivo para su vida laboral e independencia económica. Sentimos la necesidad de proteger a nuestros jóvenes de todo aquello que puede causarles malestar y olvidamos que su propio bienestar depende de su aprendizaje para lidiar con

esas situaciones.

El sector seguros cuenta con un amplio abanico de productos, los cuales no están diseñados exclusivamente para personas casadas y con hijos. Hay una necesidad real de cambio cultural en este sentido y las aseguradoras jugamos un papel fundamental en él.

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