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Guadalajara: Nos vemos en las terrazas


Dice el vicealcalde de la capital, Jaime Carnicero, que este año Guadalajara va a batir el récord de terrazas instaladas en las calles, que pasarán fácilmente de las 185, frente a las 155 registradas el año pasado. Para empezar, porque en 2015 por estas fechas se había tramitado alrededor de medio centenar, y este ejercicio ya se contabilizan más de 80. Un paseo por el centro de Guadalajara corrobora la apertura de nuevas terrazas, incluso en la otrora inhóspita calle Mayor, que ahora parece empezar a dar más oportunidades a las mesas y sillas al aire libre.


¿Las razones? El Equipo de Gobierno está convenido de que las obras en el casco histórico han propiciado la aparición de terrazas donde antes no era posible (como la plaza de Dávalos, por ejemplo) y que la dinamización del centro con eventos y la recuperación económica están dando sus frutos, junto al esfuerzo de los hosteleros. Además, Guadalajara es de las ciudades más baratas del entorno en la tasa de terrazas, pues instalar una puede costar la mitad o la tercera parte que en una ciudad de similares características. Sin compartir esa visión idílica de Carnicero, que llega a decir que es “un verdadero gusto” pasear por la calle Mayor los fines de semana y verla llena de vida, no se puede negar que las terrazas están proliferando en cantidad y seguidores cada año.


A pesar de sus extensiones de zonas verdes, nuestra ciudad no ha sido demasiado amiga de las terrazas. Aquí los nueve meses de invierno y los tres de infierno han pesado como una losa y las ha confinado tradicionalmente a unos contados meses, mientras vemos que ciudades con climas similares, como Madrid o Toledo, mantienen sus instalaciones exteriores prácticamente todo el año. En la cornisa cantábrica se las ingenian para poner veladores y toldos, y en el centro de Europa incluso reparten mantas para mantener caldeados a los clientes ante temperaturas a las que a aquí a ningún bar se le ocurría sacar una silla a la calle. En las zonas de costa, hace años que vemos a los camareros equipados con una PDA donde anotan la comanda de manera que cuando llegan a la barra ya tienen lista la bandeja con las consumiciones, aligerando el servicio y el cobro.


Aún nos queda mucho que desarrollar en nuestra cultura de terrazas, desde luego. En algunos casos, también hay que mejorar mucho la atención, con personal suficiente y agilidad. No hace falta dar nombres; todos nos hemos levantado alguna vez hartos de esperar a un camarero que no asoma por las mesas. Pero también hay que reconocer que en Guadalajara, de un tiempo a esta parte, y especialmente desde que se prohibió fumar en los locales, ya no nos extrañan algunos artilugios, como cortavientos, estufas de butano y ventiladores que hacen practicables las terrazas por debajo de los 20 grados o por encima de los 30. Y es evidente que el cambio de mentalidad se impulsa cuando el hostelero ve el pronto el retorno de la inversión y no solo el gasto que supone montar, desmontar, invertir en aparatos y poner camareros extras. Y a eso contribuye sin duda el hecho de que la ordenanza dé facilidades, no solo en los precios más bajos, sino en espacio y horarios.


La ordenanza de terrazas que impera desde el año 2012 había dado un salto cualitativo en este sentido, y el Ayuntamiento ha vuelto a modificarla en la última semana. Incluso ha celebrado un pleno extraordinario, a mitad de mes, para que la normativa no llegara demasiado entrada la temporada. La norma es más permisiva en varios aspectos: aumenta en media hora el horario en los fines de semana y festivos de verano, siempre que no se supere el horario de apertura marcado por la licencia de actividad. También facilita que se instalen mesas en zonas de carga y descarga y plazas de aparcamiento, siempre que no haya una acera suficientemente ancha o un espacio cercano, y que un informe de movilidad de los técnicos asegure que no hay riesgos entre los peatones, el tráfico y las mesas.


Por último, regula la instalación de terrazas en los municipios anexionados, que hasta ahora estaban en una especie de laguna jurídica. Con todo, las dos primeras medidas se refieren a un periodo de verano marcado del 1 de julio al 15 de septiembre. El cambio normativo, todo sea dicho, se ha aprobado por unanimidad, hecho muy poco frecuente en nuestro Consistorio, y que -por lo que se dijo en el pleno- se debe sobre todo al trabajo realizado en las reuniones previas de la comisión, entre los concejales de los distintos grupos y los funcionarios (arquitecto, técnico de jardines, policía…).


Habrá que ver el efecto de la nueva ordenanza, y no solo en el aspecto cuantitativo, que siendo importante, no es el único. Habrá que prestar atención a las quejas vecinales por ruido que vienen repitiéndose en algunas zonas, como el bulevar de Entrepeñas. Y también vigilar de cerca a las terrazas que son de concesión municipal, y que han sido noticia por su falta de pago de los cánones de explotación. No es de recibo que las terrazas de los mejores emplazamientos de la ciudad permanezcan cerrados durante meses por la falta de agilidad del Ayuntamiento con los trámites, ni que se haga la vista gorda ante los impagos de quien obtuvo la concesión hasta que acumule retrasos y deudas imposibles.


Apuntadas estas salvedades, no seré yo quien rompa el consenso municipal, el entusiasmo gubernativo ni el empuje hostelero. Nos vemos en las terrazas.


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